Los cambios físicos y psicológicos a los que los adolescentes se exponen por proceso natural, hacen que los jóvenes vivan etapas de cambio, en el cual se muestren atentos al entorno y se permanescan vulnerables al mismo.
La etapa de la adolescencia hace que los jóvenes busquen actividades que los orienten en su proceso de desarrollo, independiente de que estas sean positivas o negativas. Ellos en esta etapa necesitan identificarse con un patron de personalidad para no sentirse resagados.
En esta parte se define la formación del joven para su vida y ahí es donde es clave el papel del estado. Es aquí donde el punto de equilibrio se quiebra para bien o mal.
El joven que termina en malos pasos, hace entender de que no fue canalizado por entidades o instituciones para ser formados, es decir, son personas que no contaron con posibilidades o herramientas de desarrollo, como lo son formarse en una institución educativa, pertenecer a grupos culturales donde pudiera explotar sus cualidades en el tiempo libre sin peligro de distracciones poco convenientes, a demás la falta de oportunidad de empleo influye a su deterioro social.
En un país subdesarrollado como el nuestro, es muy facíl para un joven que no cuenta con posibilidades de desarrollo enrolarse en el mundo de la violencia, por la misma necesidad de subsistencia. En términos claros, la descomposición social le brinda al joven herramientas para subsistir como lo son: pandillas, grupos de narcotráfico, el consumo de drogas, la delincuencia común, entre otras.
El joven que no tiene posibilidades, en su necesidad de identidad se refugia en sus amigos del barrio, quienes son su reflejo a seguir, ingresando de esta manera a un círculo vicioso sin salidad y sin oportunidades.
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